miércoles, 19 de octubre de 2016

El pescador fantasma.

En una de tantas salidas de pesca con el Dr. Mazziotta, dos de sus hijos, Papá y yo, durante el viaje en el Jeep, veníamos discutiendo de hacer algo que no hubiésemos hecho. Nosotros practicábamos pesca submarina, así surgió la idea de pescar fondeados de noche, pescar con anzuelo, la novedad era que no teníamos experiencia, solamente mi Papá, quien de joven pesco en el lago de Maracaibo con mi abuelo, y nunca de noche. Esto creo una expectativa muy motivante. Era un Sábado y durante ese día salimos de pesca submarina, ese día solo pescamos hasta mediodía, para descansar y preparar los nylon y los anzuelos con carnadas, a nuestro buen entender. Al atardecer al igual que muchos pescadores de Chuspa zarpamos, nos dirigimos al bajo de la Sabana, sitio favorito del mejor pescador del pueblo, “David el tuerto”. El lugar,

frente al pueblo de la Sabana es una rada amplia a resguardo de corrientes y vientos fuertes, esa noche el mar estaba tranquilo. A pesar de tener experiencia, estábamos como intranquilos, era la primera vez de noche, estaba muy oscuro y no veíamos más allá de las bordas, a pesar de alumbrarnos con una lámpara eléctrica. Me asalto la idea de que de las profundidades surgiera un moustro marino y me arrebatara, no me asomaba por la borda. A lo lejos al Este, se veían las luces de Chuspa y el Caruao, , enfrente, la Sabana, Las compadres se mecía suavemente, y nos concentramos en la pesca, pasaron las horas y nada, ningún jaloncito, empezamos a argumentar, “excusas para el fracaso”, que si la carnada era mala, que los peces no quieren comer pescados, cambiamos el tamaño del plomo, el anzuelo, total nada. Incluso llegamos a discutir que era que no teníamos el mechurrio que titila, pero esa idea fue desechada, por nuestra gasolina. Estábamos seguros del punto, pues habíamos hecho pesca sub en el sitio en otras ocasiones. Finalmente debo reconocer que nosotros, no tuvimos esa paciencia que caracteriza a un pescador, éramos cazadores, éramos submarinistas y nos sentíamos como pez fuera del agua. A media noche decidimos regresarnos, ¡oh sorpresa! El motor no quería encender, revisamos, le jalamos la cuerda hasta cansarnos, y para remate bajo una densa niebla. En eso y del mar oscuro, escuchamos un motor que se acercaba, de la niebla surgió un viejo bote de madera muy descolorido, como de 18 pies, un motor sin tapa, sin marca. El bote era conducido por un viejo, caucásico de piel muy quemada por el sol, profundas arrugas en el rostro, limpio y sereno, traje de caqui con una chaqueta desgastada del mismo color, sombrero de paja tan rotoso como el bote. Se acerco por babor y se coloco hábilmente a nuestro lado, y exclamo,.- He escuchado a lo lejos, a ustedes tratando de encender el motor y me he acercado para ver en que los puedo ayudar-. Simplemente quedamos perplejos. El Dr. Mazziotta le dijo que efectivamente el motor no quería encender, entonces al explicarle que éramos de Chuspa nos dijo,.- A bueno es aquí mismito, déme el cabo y lo remolco-.
Y así, nos remolco hasta la playa del pueblo, nosotros agradecidos, le dimos emparedados y refrescos y toda la gasolina que podía llevar. Yo había observado que el peñerito estaba registrado en la Guaira y al preguntarle, efectivamente venia de allá, el nombre estaba ya muy borrado, y de noche no se veía, el se despidió con la frase muy marinera, de hoy por ustedes mañana por mi. 
Nosotros quedamos muy agradecidos por esta providencia tan oportuna, lo curioso fue que la falla se debió a que la goma del interruptor de apagar quedo oprimida, al darle se soltó, el magneto estaba a tierra. 
Pasaron dos años de este episodio. Un día que estábamos de pesca sub. Un invitado, el ing. Jorge García, buceando entre los corales encontró enredada en una cueva una magnifica ancla de tipo rezón, de fabricación casera, soldada, hecha de acero inoxidable, con su cuerda de nylon, como unos 30 metros. Estaba tan trabada en una cueva que tuvimos que bajar por turno para sacarla, además estaba a 18 metros de profundidad. Cuando por fin logramos sacarla, quedamos agotados, en el momento de pasársela a nuestro lanchero “Venancio” para que la izara a bordo, apareció de la nada, porque yo no lo escuche llegar, el mismísimo bote viejo, con el viejo. .-Buenas, ay mijito, esa ancla es mía-. Y explico.- anoche estuve aquí y no la pude sacar-. Todos estábamos en el agua, el Dr. Mazziotta se subió a las Compadres al igual que el invitado, yo me subí al bote del viejo, quería verlo, a mi señal Venancio me paso el ancla y yo mismo se la amarre en la vita de proa. Abordo había lo usual, carretes de mano con nylon gruesos, una caja de madera grande con muchos anzuelos en el borde, era un palangre, una cava vieja grande de aluminio muy abollada, roja, de Coca cola, termo con agua y remos, todo olía a pescado viejo. Nuestro invitado estaba confundido y antes de que reclamara propiedad sobre el rescate, Mazziotta exclamó .- El ancla es del señor-. Antes de que se retirara, le recordamos aquella noche, y el viejo al recordar exclamo,.- ¡A, si me acuerdo!, entonces, .-hoy por mi, mañana por ustedes-. En la aleta de babor tenia el nombre, se llamaba,”Virgen del valle”, La guaira, en la amura de proa tenia toscamente pintada la virgen. Nos quedamos observando como se alejaba, en una actitud casi reverente, que nuestro invitado no entendió, hasta que le contamos esta historia. Misteriosamente “la virgen del valle” desapareció sigilosamente como apareció y nunca mas la volví a ver.

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